
‘Orange is the new black’ se estrenó en Estados Unidos en julio y ha terminado siendo una de las revelaciones de la temporada. Los responsables de Netflix (que no dan datos concretos de la audiencia de sus títulos) aseguraron al final del verano que había sido más vista que ‘House of Cards’ y la cuarta temporada de ‘Arrested development’ combinadas, y los críticos la saludaron como “la serie buena de Netflix”, la que realmente conseguía el propósito del maratón de capítulos, ese binge-watching que tan de moda se ha puesto este año al otro lado del Atlántico. ¿Pero qué tiene ‘Orange is the new black’ para que haya logrado hacer tanto ruido, a pesar de llegar en verano y con mucha menos fanfarria que esas otras dos series de producción propia de la plataforma online?
Lo que hace destacar al título de Kohan es el tratamiento de sus personajes, de las reclusas con las que Piper Chapman comparte su día a día (y que incluyen a su ex novia narcotraficante), y el equilibrio que logra entre el humor y el drama, entre lo sórdido y lo tierno, entre la vida en la cárcel y la que hay fuera, representada en el prometido de Piper y su familia. Evidentemente, la serie tiene sus cosas peor manejadas, pero también consigue reunir un reparto estupendo, encabezado por una gran Taylor Schilling a la que secundan gente como Natasha Lyonne, Jason Biggs, Laura Prepon, Kate Mulgrew o un puñado de actrices más o menos desconocidas que son todo un descubrimiento. ‘Orange is the new black’ está ya rodando su segunda temporada.
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